A escasos kilómetros de Es Mercadal, se abre paso la bahía más resguardada de Menorca. En el margen oeste de esta entrada de mar se construyó un asentamiento pesquero que hoy conocemos como el pueblo de Fornells. Su encanto marinero no solo se respira por los callejones estrechos y encalados, sino que puede encontrarse en todos los restaurantes que caracterizan el paseo costero. La caldereta de langosta es el emblema gastronómico del pueblo y lo convierte en parada obligatoria para todo buen comensal. La pasión por el mar también se plasma en la gran oferta deportiva: es posible hacer windsurf, esquí acuático o kayak incluso cuando el viento de tramontana asedia en el norte.
Los imprescindibles
Fornells es la cuna de uno de los platos que más pasiones levanta: la caldereta de langosta. Lo sabe incluso el rey. Si restaurantes como Sa Llagosta o Es Cranc se llevan gran parte de la fama, por algo será…
La bahía de Fornells es un lugar sagrado para los amantes de los deportes acuáticos. Windsurf, kayak, kitesurf, buceo… La oferta de empresas dedicadas a la adrenalina acuática es tan extensa como variada.
Fornells es la patria celestial de los hedonistas. Si una cosa hay que hacer en Fornells es pasear, perderse por el antiguo pueblo de pescadores y disfrutar de las vistas.
Gumersind Gomila, considerado uno de los grandes poetas menorquines, nació en Fornells en 1901. Leed L’illa canta y entenderéis la singularidad del paisaje de casas blancas y «llaüts» amarrados en puerto.
La Torre de Fornells, construida por los británicos en 1802 para proteger la entrada del puerto, es una de las construcciones defensivas más interesantes de Menorca. Abierta al público desde el año 2002.
Los orígenes de Fornells se remontan al siglo XVII, coincidiendo con la construcción del Castell de Sant Antoni, que resguardaba la impresionante bahía. La suma de la tradición pesquera y el turismo explica que hoy en día sea considerado un referente de la cocina marinera local.